La intersección de la fe y la sanación: Reflexiones sobre la salud espiritual y física

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En el mosaico de la vida humana, la salud no se limita a la ausencia de enfermedad o dolencia, sino que abarca un bienestar integral que fusiona lo físico con lo espiritual. La sabiduría ancestral kabalística nos ofrece una comprensión profunda de esta interconexión, particularmente a través de la plegaria por la sanación, «Refuá Shlemá». Esta súplica no solo busca la recuperación del cuerpo, sino también la del alma, subrayando la creencia intrínseca en la influencia del espíritu sobre la materia.

«Cúranos, HaShem, y seremos curados», decimos, reconociendo así la soberanía divina sobre nuestra salud. Esta invocación plantea una pregunta fundamental: en momentos de enfermedad, ¿deberíamos limitarnos únicamente a la oración, excluyendo la intervención médica? La respuesta, arraigada en la tradición judía, es un equilibrio entre la acción humana y la fe divina. Si bien las enfermedades pueden ser resultado de nuestras acciones y elecciones, implicando una responsabilidad personal sobre nuestra salud, también enfrentamos adversidades que escapan a nuestro control. En ambos escenarios, buscamos el alivio y la curación en HaShem, pero no sin antes tomar las medidas humanas necesarias, como visitar al médico, en concordancia con el mandato «verapó yerapé» – «y él deberá ser curado».

Esta dualidad revela una dinámica compleja entre la libertad humana y la providencia divina. La enfermedad, ya sea por negligencia personal o por factores externos, es un llamado a nuestra conciencia, un recordatorio de nuestra vulnerabilidad y dependencia. Pero incluso en nuestra búsqueda de soluciones terrenales, reconocemos que la verdadera sanación viene de HaShem. Los médicos, con su conocimiento y habilidad, son vistos como emisarios de la curación divina, recordándonos que, aunque debemos actuar dentro del reino de lo posible, la última fuente de toda curación es divina.

La distinción en la plegaria entre «cúranos» y «sálvanos» refleja la gama de desafíos que enfrentamos: desde el malestar general hasta las amenazas inminentes a nuestra vida. En este espectro, nuestra súplica a HaShem abarca tanto la curación de enfermedades como la protección contra el sufrimiento extremo. Esta comprensión nos lleva a una reflexión sobre el propósito de nuestras plegarias: no solo buscamos la erradicación de la enfermedad, sino también el alivio del dolor y el sufrimiento, una petición que se extiende incluso a aquellos en sus momentos finales.

Esta perspectiva amplía nuestra comprensión de «Refuá Shlemá», destacando que nuestra comunicación con lo divino en momentos de enfermedad no se limita a la curación física, sino que incluye también una súplica por la paz interior y el confort espiritual.

La salud en su sentido más amplio trasciende la mera supervivencia física, apuntando hacia una existencia imbuida de significado y propósito, un estado de ser que solo se puede alcanzar a través del equilibrio entre la acción humana y la fe en la providencia divina. Nos recuerda que somos custodios temporales de un regalo divino, y que nuestro bienestar es tanto un acto de responsabilidad personal como un testimonio de nuestra confianza en la compasión y sabiduría de HaShem.

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